sábado, 8 de mayo de 2010

PARA TODAS LAS MADRES, EN SU DÍA Y TODOS LOS DÍAS...



Este escrito lo subimos para rendirles un homenaje a todas las madres del mundo, lo hizo el Dr. Salvador Navarrete Gómez, para festejar a todas y en especial a las de Juan Rodríguez Clara, Ver.

" .... Que nos dieron todo,
sin pedirnos nada."
A Mediz Bolio


POR EL DR. SALVADOR NAVARRETE GÓMEZ

En este día pleno de ternura, de "amor sin orillas", con más chasquidos de besos que cantos de mirlos, dedico a todas las madres este modesto relato que parece cuento, pero que fue realidad, porque fui testigo y también protagonista de una tragedia, donde una Madre con angustia indescriptible, me exige auxilio como Médico.

Ante el llanto de aquella Madre atormentada, recordé las experiencias de mis viejos maestros, más lógicas y “caseras”, que científicas; pero decisivas para que retornara la alegría -un tanto jocosa- a una Madre, que después del "milagro", reía con lágrimas en los ojos. Este caso raro se ha publicado en revistas médicas con el título de "El Milagroso Alfiler"; pero hoy, el periódico EYIPANTLA lo dedica a todas las madres, pidiendo para ellas todos los milagros de Dios.

Fue así:
Era el otoño del año de 1953, cuando la señora Guadalupe Mortera con su niña Danira en los brazos, cruzaba la calle de Mayo con gritos despavoridos que causaron alarma entre los transeúntes y vecinos. Iba en mi busca, el único Médico del pueblo y que afortunadamente, tenía mi consultorio como a cincuenta metros de su domicilio que también era oficina de Telégrafos, siendo Jefe de ella, precisamente, su esposo Jaime Vargas. Este también iba detrás de Lupe, con cara de espanto, pero sin poder gritar por el asma bronquial que padecía.

Llegaron a mi modesto consultorio llenos de angustia y pánico, contagiándome también al verlos: pero pronto recuperé la calma al notar que la niña, que tenía dos años de edad, se chupaba el dedo tranquilamente.

Desde la puerta de mi consultorio había oído alarmantes gritos de la Madre: ¡Mi hija se ha tragado un alfiler!, pero al ver a la niña tan quitada de la pena, después de palparle la barriguita sin manifestar dolor alguno, pensé que tal vez doña Guadalupe se había confundido y el alfiler estaba en otra parte. De todas maneras preparé un menjurje -que aprendí de mis viejos maestros- con dos sobres de algodón, plátano medio maduro y clara de huevo, que le hice deglutir a Danira auxiliado con el dedo y tragos de agua.

Serian las dos de la tarde cuando terminé esta maniobra, e incorporándome, les dije a los padres de la niña: si Danira acusa dolor fuerte, se alistan para llevarla al Puerto de Veracruz para que le tomen radiografías que localicen el alfiler y lo extraigan quirúrgicamente, pues las tripas son un laberinto que tenemos dentro de la barriga y, si es cierto que lo tragó, debe estar en algún recoveco de ellas.

Doña Guadalupe no creía que el alfiler que había dejado prendido en la falda de la sobrecama se lo hubiera llevado el gato juguetón. Ella tenía la seguridad de que el alfiler estaba dentro de la barriga de su hija, por lo que esa noche no durmió junto con su esposo Jaime que, de por sí, no la dejaba dormir con "los ronquidos" del asma.

En cambio Danira dormía a pierna suelta, echándose de vez en cuando, un "sopladito" con olor a plátano, pero no sintió dolor en toda la noche.

Al otro día bien temprano, a la hora que la niña acostumbraba hacer "popo" la sentaron en el bacín, y sin ningún pujido, se echó otro sopladito que anunciaba lo que venía enseguida: algodón revuelto con excremento, que doña Guadalupe desbarataba con sus dedos en su afán de encontrar el alfiler. Fue hasta la segunda remesa que ya no olía a plátano, si no a excremento, cuando la atribulada Madre encontró el milagroso alfiler bien envuelto en algodón; una vez en sus manos, salió rumbo a mi consultorio pegando gritos y saltos como cuando un futbolista anota un gol.

En realidad era un milagro porque se necesita mucha suerte para que un objeto, con punta tan agresiva, no se atore en un paseo por el Aparato Digestivo desde Faringe, Esófago, Estómago, Duodeno y el revoltijo de Tripas que tenemos.

Doña Guadalupe y Jaime, católicos de corazón; mandaron bañar de oro el Milagroso Alfiler, para depositarlo junto al Sagrado Corazón de Jesús en la iglesia de mi pueblo, Juan Rodríguez Clara, Veracruz; donde sucedió esta tragedia tan frecuente en los niños.

Con el tiempo, el tantas veces mencionado alfiler, desapareció de la parroquia, tal vez milagrosamente también.


¡BENDITAS SEAN TODAS LAS MADRES, TODOS LOS DÍAS!


Lunes 10 de mayo de 1993

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