miércoles, 2 de junio de 2010

LAS TIERRAS DE TEMPORAL

Éste artículo fue escrito por el Dr. Salvador Navarrete Gómez y hoy lo publicamos para conmemorar el día del medio ambiente que está próximo a celebrarse.
"toda la gloria del mundo
cabe en un grano de maíz"
José Martí


Por el Dr. SALVADOR NAVARRETE G.

Tierra de temporal, "MADRE DE LAS MIL TETAS" que imploras el chubasco oportuno para que germine en tus surcos la semilla que siembra el más querido y también más pobre de tus hijos: EL CAMPESINO. Ese hombre de manos callosas que sabe, que los cultivos que esperan el agua del cielo, son tan fecundos como aquellos que benefician las técnicas modernas porque en las tierras de temporal, "LA AGRICULTURA ES LA CIENCIA DE LAS OPORTUNIDADES".

Por eso, el hombre primitivo, después de su etapa recolectora, con su mirada al cielo imploraba el agua para que germinara la semilla en agonía por los candentes rayos del sol. Así tuvo su origen la AGRICULTURA como primer oficio del hombre, que a pesar del brillante avance del tecnicismo científico, aun esperamos todavía la, conjugación de tierra y agua para vivir.

Todo era imploración y ruego, y en el caso especial de nuestros antepasados, adoraban al Dios Tláloc para que vaciara los cántaros del cielo sobre la Tierra de Anáhuac que debía de parir el grano de maíz, el cacao y todo lo mexicano de ayer y hoy. Tal vez Tláloc era el único que merecía. --ante la mentira de los conquistadores--, los sacrificios humanos, porque con el embrujo y mito de ese Dios de piedra, un pueblo se alimentaba y aún se alimenta, con ese grano donde "CABE TODA LA GLORIA DEL MUNDO".

Siempre, ha sido el mito y las viejas costumbres, los que han hecho que nuestros campesinos organicen, procesiones con imágenes sagradas que --según ellos--, hacen llover oportunamente en sequías prolongadas. También el canto de esperanza de las chachalacas y "el pájaro vaquero", conforta y consuela a los hombres del campo que piensan que los cantos alegres de esas aves son el ruego que Dios oye para mandar la lluvia. Y si ésta venía el día de San Isidro (15 de mayo), todos corrían a sembrar porque decían, como mi padre --un campesino sin a zapatos-- era la mejor siembra.

Todo era alegría, más cantaban las chachalacas veracruzanas como "Toña la Negra"; "el pajaro vaquero", tenor misterioso, también pedía más agua en la espesura del monte donde ocultaba su huidiza figura; el inconfundible "pájaro carpintero", que percutiendo con el pico distintos árboles se percibían distintos tonos (¿precursor de la marimba?); el caballo, en los Llanos del Blanco y Nopalapan, corría y reparaba sin jinete porque había llovido; y el ranchero --como el Dr. Argudín-- limpiaba su escopeta y linterna de carburo porque era seguro cazar un venado cuando había “tribunada” (tempestad con rayos y truenos). Estas eran las tierras de temporal antes de la llegada de los herbicidas e insecticidas que vinieron a romper el equilibrio y belleza de ellas, como también la tala criminal de los bosques; ya no vemos al ciervo en la pradera, los zopilotes, agentes sanitarios vestidos de luto, tampoco; han desaparecido las sinfonías crepusculares de los pichos en las copas de los árboles, la lagartija detrás de un musgo, y, de vez en cuando, la liebre saboreando las perlas del rocío en el zacate; pero ... el olor a tierra mojada; seguirán siendo la eterna invitación para que el campesino siembre EL GRANO DE MAÍZ, que es la sangre y vida de MEXICO.

Rodríguez Clara, Ver., 15 de diciembre de 1992.

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