martes, 30 de marzo de 2010

ATRÁS QUEDÓ…EL SÁBADO DE GLORIA



Subimos este escrito, por las fechas que estamos celebrando (Semana Santa), publicado en un periódico, la Semana del 5 al 12 de abril de 1997

Por: Dr. Salvador Navarrete Gómez

Este Órgano de Información -a pesar de ser sabatino-, fiel a la tradición de la Liturgia Cristiana, sale hoy, ocho días después del Sábado Santo, cuando Cristo empieza a romper las piedras de su sepulcro para resucitar el domingo, día: del milagro sublime y único que derrumba los templos paganos para que los dioses, que no hicieron el hombre a su semejanza, desaparezcan y el mundo solo los vea hojeando la Mitología.

Sábado también, que recordamos desde la infancia, cuando nuestros padres con la “pela piadosa”, creían que así, con pasión religiosa, nos aumentaba la estatura, el talento y la fé en aquel Mártir del Gólgota, para no dar cabida a la perfidia. Por eso el Sábado fué santificado por Dios desde la creación para descanso del hombre; y fué Adán en el Edén -a pesar de haber comido la fruta prohibida-, el primero en disfrutar el confortable reposo de este día, arrullado con el canto melodioso de las aves del paraíso y el murmullo de los frescos y majestuosos árboles. El sábado había sido dado a conocer al hombre del Edén, y como precepto del Decálogo, es imperecedero, por lo que Cristo declara: "Hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde perecerá de la ley". Luego entonces, mientras duren los cielos y la tierra, el sábado seguirá santificado por el poder del Creador, para que este día de reposo sea eterno para todos los que moran debajo del sol.

"El sábado por causa del hombre es hecho; no el hombre por causa del sábado", dijo Jesús. Todas las bondades de Dios son para la humanidad. "Todas las cosas son por vuestra causa, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo porvenir; todo es vuestra; y vosotros de Cristo; y Cristo de Dios". Pero no se cumple con esta bendición de Dios, cuando reposamos el domingo y no el sábado. O... ¿Es más impactante para los cristianos la resurrección que la ley divina de Dios que santifica el sábado?; o se olvida lo que dijo el Señor "a todos los que reciban el sábado como señal del poder creador y redentor de Cristo, les resultará una delicia". Y repite: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar".

Atrás quedó el Sábado de Gloria, y buscando donde se edita este "Semanario", empiezo a subir sobre el asfalto sinuoso, que me brinda el placer de contemplar la hondonada del Apóstol Santiago con luminarias que parecen luceros alumbrando la cara del cielo; hermoso espectáculo que me hace olvidar la hipocresía del lictor Poncio Pilato, las insolencias de Caifás y Longinos, la crueldad de los sayones egipcios y la afrenta de los fariseos que escupían el rostro de Cristo en el Viacrucis terrible; donde sólo lo con forraban las caricias de su madre María, la Madre dolorosa, que con las lágrimas de Magdalena y la compañía: del Apóstol preferido del Mesías, llegaron al final.

En el trayecto, pensaba también, en el final de la semana mayor, tan santa como turística, pues los verdaderos cristianos se aglomeraban en los templos donde adoraban al Hijo de Dios, y los mas, en las playas, donde el eritema solar les irrita las espaldas y las mejillas para que los Judas, que están donde quiera, no se atrevan a besarlos; pero ahí, en pleno derroche de alegría, con el canto de gaviotas y el murmullo de las olas del mar, cantan HOSANNA al predestinado Mesías; considerado antes -según Martí-, "como el más pequeño de los dioses y hoy, tal vez, como el más grande de los hombres". Poco después Unamuno, en su poema, El Cristo Yacente de Santa Clara, nos dice: "Cristo que, siendo polvo, al polvo ha vuelto; porque este Cristo de mi tierra es tierra". Pero el lejano rector de la Universidad de Salamanca nos confunde con la dualidad de Cristo, cuando termina su poema: "Y tú, Cristo del cielo, redímenos del Cristo de la tierra!".

Atrás quedó el Sábado, de Gloria, título que honra inmerecidamente este escrito, más "encomillado" por las fuentes consultadas; pero conformado con la pasión que reclama el tema. Soy Médico que siempre trata de cumplir con el aforismo que condensa la filosofía de nuestra labor: "PRIMUN NON NOCERE"(Primero no dañar). Si lo he violado, si he mentido en lo que he escrito, suplico al lector, me brinde la dicha de repetirme la palabra de Cristo que me absuelve: "Padre mío, perdónalo; no sabe lo que hace".

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