lunes, 12 de abril de 2010

T R O M P A S Y T R O M P A D A S.

Esta es una historia de la vida real, de una de las tantas parejas que viajaron por la ruta de “El Ramal”(tren que comunicaba a Rodríguez Clara con Los Tuxtlas), y la consecuencia que pueden sufrir las mujeres al ser mutiladas cuando se les practica la cirugía llamada “Salpingoclasia”, que también es un atentado ecológico que puede acabar con la especie humana, si se practica como hasta ahora lo han hecho (al segundo hijo viene la cirugía).


Por el Dr. Salvador Navarrete Gómez.

Genaro Márquez siempre acompañaba a su esposa, a consultas constantes con su Médico de preferencia en Rodríguez Clara. Doña Lucía Solís, esposa de Genaro, arañando los cuarenta años, lucía un cuerpazo con un cabuz, no tan grande como el del “Ramal –De San Andrés Tuxtla que abordaba en Cuatotolapan, dos veces por semana para ir a ver al Dr. Ricaño; pero si casi como el de la Negra Chiriné de “Tío Costilla”, aquella “del tremendo cabuz, que mueve rítmicamente y es la negra mas candente del puerto de Veracruz”. Lucía, a pesar del nalgatorio ateatopígico que se portaba, era todo lo contrario, siempre friona, no le llamaba la atención ningún hombre, menos Genaro que roncaba junto a ella todas las noches, durmiendo espalda con espalda como lo hacía el casto y justamente beatificado Juan Diego.

El Dr. Ricaño, cuando oía pitar “El Ramal”, los martes y viernes, se lamentaba que ya venía Lucía con la cantaleta de todas las consultas: “Doctor, otra vez traigo los nervios parados de punta, solo me siento bien cuando estoy tomando la medicina, cuando no, se me espanta el sueño, ando como vaca recién parida, brava con todo mundo, a mis hijos los traigo a puros cocotazos, y a mi marido lo veo como a un diablo recién bajado del infierno”.

Genaro, que estaba callado, solo oyendo a su mujer y dándole chupadas profundas a su cigarro “Tigre” que traía entre los dedos, con escupitajos por la ventana del consultorio, interrumpió a Lucía, dirigiéndose al Doctor: “A cada rato me pelea porque no la llevo a Veracruz a ver un especialista. Dice que no quiero gastar dinero porque tengo dos viejas; se equivoca, solo tengo una, ya que ella es un block de hielo, todas las noches se hace la dormida y no creo que un Médico del Puerto le vaya a quitar lo frío y el berrinche que siempre trae”.

Los enfermos que trasladaba “El Ramal”, procuraban no ir los días de consulta de Lucía, porque consumía todo el tiempo del Doctor, y se iban sin consultarlo cuando oían los silbatazos de ese legendario tren que anunciaba su salida rumbo a San Andrés Tuxtla.

El Dr. Ricaño, ya le había dicho a Lucía las causas de la Neurosis que sufría, así como la perdida del apetito sexual, que más le molestaba por las exigencias libidinosas de Genaro. Antes de que le trozaran las trompas uterinas en el Seguro, ya le había dicho Ricaño, que ninguna razón científica ni lógica ni divina, había para que trajera circulando en la sangre hormonas de más; que es un atentado Contra Natura traer cuerpos extraños en la vagina como dispositivos que traumatizan, o el mismo condón que irrita aboliendo el placer en las parejas que ignoran la sentencia bíblica de “carne con carne”.

Genaro, atento al discurso de Ricaño, en una parpadeada de éste, metió su cuchara para dirigirse a Lucía: “Debes de poner algo de tu parte para no gastar más dinero en medicina, que a la larga te van a enfermar más; yo no tengo la culpa de que te hayan trozado las trompas (no podía decir Salpingoclasia), cuando… sin decir “agua va”, su vieja le lanza una trompada que le tiró el cigarro que tenía entre los labios, acompañado de un escupitajo sanguinolento. Intervino Ricaño para calmarlo, y con un tufito de Psicoanalista, pero más con un lenguaje en defensa de la integridad de la mujer y de la Especie Humana, le repetía lo mismo, que a cerca de mil mujeres que había visto:
“A un Presidente de la República lo condecoraron con una medalla de oro porque no permitió que unos indios de La Selva Lacandona cortaran unos árboles para hacer sus jacales donde vivir. También lo condecoraron por el control de la natalidad, destruyendo la obra más grande de la creación: ¡La mujer!, ese ser sublime que Dios dotó de todos los encantos y dones, para que sea la divinidad incomparable que se venera en todos los hogares del mundo. (En este momento, al escribir la palabra mundo, son las 6 de la tarde del 18 de junio de 1997, cuando una Divinidad Mexicana con lágrimas en los ojos, espera la ejecución ineludible de su hijo de manos de descendientes de divinidades que parieron los monstruos que arrasaron Hiroshima y Nagasaki).

“La mujer con salpingoclasia, ya no es mujer", continuó Ricaño, dirigiéndose a Lucía: es una operación como la que hacías con Genaro a las marranas, para que no tuvieran hijos y engordan más pronto. Tú nunca viste que tus cochinas capadas buscaran el rejón, lo mismo te pasa a ti con Genaro.

“El Ramal”, porteñoso pañuelo de lágrimas de Lucía, se fue para que siguiera oyendo la palabra de su doctor: “La medicina ideal para que la mujer no pueda tener hijos nunca la van a descubrir, porque sería tanto como poner a Dios a las plantas del hombre. Tampoco Dios se iba a equivocar al mandarnos al mundo a morir encimados unos arriba de otros. La resolución del problema está en nosotros mismos, sin recurrir a la mutilación de la mujer con el corte de las Trompas Uterinas, o la Vasectomía en el hombre, métodos que son un atentado a la obra más grande de la creación. Ninguna razón hay –continuó diciendo Ricaño- para que a la mujer le anden circulando hormonas de más en la sangre por las pastillas que toma o las inyecciones que se aplica”.

Lucía y muchas mujeres, sabían que este Médico de provincia, era el único que sustentaba esta tesis en los programas para el control de la natalidad y lamentaban mucho no haberlo consultado antes de que les llegara “La capazón”. El les aconsejaba el Coito interrumpido y otros métodos que ocupan mucho espacio para explicarlos.

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