jueves, 4 de febrero de 2010

EL MILAGROSO ALFILER


Historia verídica con personajes de Juan Rodríguez Clara Veracruz, siendo este artículo publicado en la revista médica de la Fundación GLAXO SMITH KLINE

EL MILAGROSO ALFILER

Por el Doctor Salvador Navarrete Gómez


Era el otoño del año de 1953, cuando la señora Guadalupe Mortera con su niña Danira en los brazos, cruzaba la calle 5 de mayo con gritos despavoridos que causaron alarma entre los transeúntes y vecinos. Iba en busca de Sagitario, el único Médico del pueblo y que, afortunadamente, tenía su consultorio como a cincuenta metros de su domicilio que era Oficina de Telégrafos de México, siendo jefe de ella, precisamente, su esposo Jaime Vargas. Este también iba detrás de Guadalupe, con cara de espanto, pero sin poder gritar por el asma bronquial que padecía.
Llegaron a su consultorio llenos de angustia y pánico, que invadió también al Médico al verlos; pero pronto recupero la calma cuando vio a la niña Danira, que tenia dos años de edad, chupándose el dedo tranquilamente.
Desde la puerta de su consultorio, el Médico Sagitario Nieves Gil, había oído los gritos de pavor excesivo de la madre:- ¡MI HIJA SE HA TRAGADO UN ALFILER! -, pero al ver a la niña tan quitada de la pena, después de palparle la barriguita sin manifestar dolor alguno, pensó que tal vez Doña Lupe se había confundido y el alfiler estaba en otra parte. De todas maneras preparó un menjurje -que aprendió de sus Viejos Maestros- con dos sobres de algodón, plátano medio maduro y clara de huevo, que hizo deglutir a Danira auxiliado con el dedo y tragos de agua.
Serían las dos de la tarde cuando terminó esa maniobra, e incorporándose, le dijo a los padres de la niña: -Si Danira acusa dolor fuerte, se alistan para llevarla al Puerto de Veracruz para que le tomen radiografías que localicen el alfiler y lo extraigan quirúrgicamente, pues las tripas son un laberinto que tenemos dentro dé la barriga, y de ser cierto que lo tragó, debe estar en algún recoveco de ellas.
Doña Guadalupe no creía que el alfiler que había dejado prendido en la falda de la sobrecama se lo hubiera llevado el gato o una rata. Pues sabía que estos animales no comen lo que no es comida.

Ella tenía la seguridad de que el alfiler estaba dentro de la barriga de su hija, por lo que esa noche no durmió junto a su esposo Jaime que, de por sí, no la dejaba dormir con "los ronquidos" del asma. En cambio, Danira dormía a pierna suelta, echándose de vez en cuando un "sopladito" con olor a plátano, pero no sintió dolor en toda la noche.
Al otro día temprano, a la hora que Danira acostumbraba hacer "po-po", la sentaron en el bacín, y sin ningún pujido, se echó otro sopladito que anunciaba lo que venía enseguida: algodón revuelto con excremento, que Doña Guadalupe desbarataba con sus dedos en su afán de encontrar el alfiler. Fué hasta la segunda remesa que ya no olía a plátano, si no a excremento, cuando la atribulada madre encontró el milagroso alfiler bien envuelto en algodón; una vez en sus manos, salió rumbo al consultorio del Dr. Sagitario pegando gritos y saltos como cuando un futbolista anota un gol.
En realidad era un milagro, porque se necesitaba mucha suerte para que un alfiler no se atore en un paseo dominical por la Faringe, Esófago, Estómago, Duodeno y el revoltijo de tripas que tenemos.
Doña Lupita y Jaime, católicos de corazón, mandaron bañar de oro “el milagroso alfiler” para depositario junto al Sagrado Corazón de Jesús en la Iglesia de Juan Rodríguez Clara, Ver., donde tuvo su origen esta tragedia tan frecuente en los niños. Fue tan milagroso este alfiler, que con el tiempo, también desapareció milagrosa mente de la Parroquia.
El Dr. Sagitario Nieves Gil, nativo de ese lugar, con tristeza comentaba: "En los templos si hay bichos que comen alfileres".

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