miércoles, 3 de febrero de 2010



INCINERAR CADÁVERES, ES UN ATENTADO ECOLÓGICO

“La materia nunca muere,
sólo cambia de forma”
Manuel Acuña


Por el Dr. SALVADOR NAVARRETE GOMEZ


Desde hace tiempo sigo pensando lo mismo con respecto a la incineración de los cadáveres, sosteniendo que es un acto con indiscutible sentido comercial e inhumano, que perjudica el equilibrio en esencia y materia de, la tierra porque un puñado de ceniza no es el precio del tributo para hacerla siempre pródiga. Ella, todo proporciona y todo recupera para mantener ese, equilibrio, que el día que se rompa, vendrá el cataclismo que otra vez la convierta en la masa incandescente en espera, de siglos y siglos, para que lluvia divina la enfríe y vuelva otra vez la vida, quizá distinta a la nuestra.

El hombre primitivo descubrió el fuego frotando dos cuerpos, a pesar del temor a los rayos, pensado en los beneficios que reportaría a la humanidad; pero sin imaginarse que después se convertiría en el elemento funesto y de exterminio en los hornos crematorios de Adolfo Hitler y hoy --más sofisticado-- de funerarias y panteones.

Un cuerpo humano proporciona a la tierra un complejo de nutrientes más diferenciado en calidad y también en cantidad porque hay más seres humanos sobre de ella que cualquier otra especie animal. Son 200 huesos, más de 600 músculos, vísceras y más de cinco litros de sangre que nutren más a la tierra que dos toneladas de los fertilizantes actuales; por eso los vegetales que se siembran en los cementerios siempre están verdes, y recuerdo, que hace muchos años, los Rusos, transformaron un desierto en montaña sembrando árboles sobre cadáveres. A mis seres queridos, los he sepultado en contacto directo con la tierra para que el tributo sea como Dios lo manda.
Afortunadamente estos hornos infernales no están al alcance de cualquiera, son para gentes con recursos pero con corazón de piedra como los robots de carne y huesos que los echan a andar. No los conmueve la crepitación macabra de los cuerpos, cuyas cenizas se recogen con palas de plata y se entregan a los dolientes como si fueran un trofeo. Este es un comercio nuevo que ha tenido auge en el mundo, ante la complacencia de quienes deben evitarlo, porque es un atentado ecológico sin pasado, pero con presente grave y con futuro fatal.

El hombre, con sus neuronas diferenciadas, que lo hacen el Homo Sapiens, es el causante del desequilibrio que empieza a sufrir la tierra; su inquietud o ambición lo ha hecho pensar que el progreso es erupción, qué necesita afectarse la capa de ozono, que hay que hacer más perforaciones a la tierra para extraerle más productos no renovables, que hay que incinerar a Cantinflas para que no la haga reír como a nosotros. Tal vez por eso, unos investigadores ingleses declararon, hace algún tiempo, que habían encontrado una sutil desviación al eje mayor del planeta.

Yo protesto como Médico y como humano, en las páginas de este modesto Diario, que hará llegar mi voz hasta aquellos que deben y pueden frenar toda acción que perjudique el orden universal, para que las generaciones de hoy y del futuro, vivan un mundo libre de emanaciones tóxicas. Y lamento que hayan incinerado al gran mimo, porque se perdió la esperanza de ver reencarnada su gracia, en una flor junto a su tumba.

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